2020, el turbulento año que sacudió al sector

Ya suena trillado hablar de la crisis en la que nos deja la pandemia, pero es parte de la coyuntura y es menester enfatizarla como tal. Sin duda 2020 fue un año muy complicado para el sector hidrocarburos debido a la emergencia sanitaria y a la crisis económica mundial, ambos de manera global han afectado a los países y principalmente al sector petrolero, por la caída del precio internacional del barril de crudo y la disminución drástica de la demanda global.
En Bolivia, estos hechos llegan cuando estamos en un escenario de por sí complicado: reservas hidrocarburíferas reducidas, producción de gas y petróleo en declinación, disminución de las exportaciones, ausencia de inversiones.
Empero, “el sector registra un desequilibrio desde 2014, en el periodo 2015-2019, cuando el valor promedio anual de las exportaciones de hidrocarburos cayeron a $us 2.818 millones, de un monto igual a $us 4.857 millones en promedio en el quinquenio anterior. A partir del año 2015 se evidencia una combinación de caída de volúmenes de producción y precios de gas natural llegando ese año a una reducción del 35% con relación al 2014”, dijo la analista energética, Isabel Chopitea.
El 2020 se observa una leve desviación en la tendencia a la caída de la producción de gas natural en el primer trimestre de 2020, producto de la firma de la 8va adenda con Brasil. Sin embargo, la caída parece inevitable debido al agotamiento de los antiguos megacampos y a la ausencia de nuevos campos productores.
Bolivia es uno de los países más afectados por el desplome de los precios del petróleo, porque más de una tercera parte de sus ingresos fiscales provienen del sector hidrocarburos. A partir del 2019 se empieza a revelar la situación real de las reservas por la falta de inversiones en la exploración y explotación, mismas que no han sido suficientes y no han tenido resultados exitosos que hayan posibilitado su reposición.
Frente a esta situación se esperaba una actuación más reactiva del gobierno transitorio. Se esperaban auditorías a los grandes proyectos y un análisis retrospectivo del sector que permita evaluar los factores que derivaron en las cifras actuales; se esperaban indicadores y análisis comparativos con países de la región sobre la actual normativa y el nivel del régimen fiscal. Se esperaba una propuesta de reestructuración de YPFB, de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) y del propio Ministerio; el restablecimiento de la institucionalidad y la definición de roles; transparentar la información del sector, dijo Chopitea.

Hechos que marcaron 2020
El sector registró un año turbulento. El tema político y los problemas que venía arrastrando desde 2019 complicaron aún más la situación, derivando incluso en la inestabilidad de la empresa estatal YPFB, con el cambio de cuatro presidentes durante este año 2020.
Posteriormente y por efectos de la pandemia, devino la firma del contrato de compraventa de gas natural entre Bolivia y Brasil, con un máximo de 20 MMMCD y un mínimo de 16 MMMCD, y Brasil demandó aún menos gas. Muchos sectores criticaron la disminución de los volúmenes de 30 a 20 MMMCD, pero habría que tomar en cuenta que los volúmenes de producción de gas natural bajaron de 63 MMMCD a 52 MMMCD, y lo mismo ocurrió con la producción de crudo o condensado, que estuvimos a cerca de 63.000 BBD y hoy tenemos 43.000 BBD.
Por otro lado, el Gobierno en transición decidió paralizar la producción de la planta de Amoniaco y Urea, tras anunciar pérdidas, de modo que el complejo no produce amoniaco ni urea desde noviembre de 2019. Las nuevas autoridades indicaron que las pérdidas ascienden a al menos a $us 20 millones mensuales.
Como si los problemas no fueran suficientes, el país también se vio seriamente afectado con la escasez de combustibles, tras retomar las actividades económicas paralizadas por tres meses en el afán de evitar la propagación del coronavirus.
Cabe enfatizar, que una de las noticias más desalentadoras que registró el sector a fines de esta gestión es el resultado negativo del pozo exploratorio Ñancahuazu X1, que suponía un “gran potencial hidrocarburífero”, según la estatal YPFB.
No obstante, dos semanas más tarde de conocerse este fracaso en la actividad exploratoria, la estatal anunció que la perforación del pozo Yarará X-1 (YRA-X1), iniciada el 14 de septiembre de 2019, arrojó resultados positivos luego de realizadas las pruebas de formación DST, que permitieron visualizar un potencial de 13,7 millones de barriles de petróleo (MMbo) y 76,8 billones de pies cúbicos de gas natural (BCF).
El 28 de diciembre, Repsol E&P Bolivia S.A. confirmó el hallazgo de nuevos volúmenes de gas natural y condensado, luego de finalizada la perforación del Pozo Exploratorio BCS-X1ST, tras iniciar la prueba de producción del mismo, el pasado 19 de diciembre. El pozo encontró volúmenes de hidrocarburos que constituyen alrededor de 1 TCF de reservas y recursos prospectivos que se extienden hacia el norte del bloque Caipipendi, con un caudal inicial de producción para este pozo de alrededor de 35 millones de pies cúbicos por día de gas y 1.800 barriles por día de condensado.
También se iniciaron las operaciones para la perforación del pozo de Investigación Estratigráfica Gomero X1 IE, ubicado en el Área Río Beni.

Isabel Chopitea, analista energético

“2021 dependerá de las políticas para enfrentar los problemas”

Para este 2021 es necesario emprender acciones inmediatas para paliar la crisis. Dos aspectos importantes tendrán gran incidencia en la economía nacional: la finalización de una época dorada para el gas que repercute de una forma devastadora en los ingresos, y la creciente importación de diésel acompañada del derroche de divisas y subsidios.
Resulta imprescindible tomar acciones para la recuperación de los niveles de reservas y de producción que permitan mantener la exportación de gas natural cumpliendo los compromisos, asegurar los mercados y por qué no, buscar nuevas opciones. En consecuencia, se debe asegurar la renta hidrocarburífera tan importante y necesaria tanto para la economía nacional como los gobiernos departamentales.
La implementación de nuevas acciones y lineamientos estratégicos deben estar acompañados de importantes cambios estructurales de la empresa estatal YPFB y sus subsidiarias, las cuales deberán ser respaldadas por importantes cambios y adecuaciones de la normativa vigente, comparable a condiciones que ofrecen en la misma región.
Se deben dar claras señales al sector de hidrocarburos de una voluntad política de revertir la actual situación caracterizada por la disminución del nivel de reservas de gas natural y líquidos, acompañada de la declinación de los campos y consecuentemente de la producción.
El 2021 será un año de grandes expectativas para los diferentes actores del sector de hidrocarburos como para la población en su conjunto.
Tomando en cuenta que nuevas autoridades tienen en sus manos las riendas del sector, dependerá de las políticas y estrategias que implementen para enfrentar los actuales problemas y escollos bajo un escenario internacional que se perfila bastante complicado y desfavorable.
Se requerirán necesariamente consensos entre los actores para emprender un plan integral de reactivación energética, así como replantearse las bases del desarrollo económico productivo hacia fuentes alternativas evitando continuar con un modelo rentista basado en la explotación de recursos no renovables.

Julio Alvarado, Especialista en Comercio Internacional

Si el año 2020 fue catastrófico para el sector, las perspectivas para este año no son muy alentadoras a nivel internacional y mucho más preocupantes para Bolivia.
La tendencia mundial a largo plazo es abandonar el uso de los hidrocarburos y fomentar las energías renovables y limpias. Con ese fin, se seguirán aplicando políticas de fomento a energías renovables y limpias, en desmedro de los hidrocarburos.
Si bien la OECD publicó un análisis optimista sobre la recuperación de la economía mundial, previendo que se podría alcanzar los niveles pre pandemia hasta finales del año 2021, esa posibilidad depende de la contención de la pandemia. Si bien, su pronóstico es de un crecimiento de la economía mundial de un 4,25% y 3,75% para el año 2022, ese crecimiento será desigual.
En ese contexto, se debe observar que nuestros dos compradores de gas, Argentina y Brasil, tendrán un crecimiento negativo de 10,5% y 5,3% respectivamente. En el caso de Argentina hay que recordar, que se encuentra en una crisis económica crónica desde hace bastante tiempo, los tres últimos años viene disminuyendo su producto interno bruto. Esta situación puede afectar a las obligaciones que tiene con Bolivia hasta el año 2026, año de finalización del contrato de venta de gas.
Recordando que los responsables de la política de hidrocarburos son los mismos que desde 2006 priorizaron la explotación y se olvidaron de la exploración, surge una pregunta central: ¿Continuarán con esa equivocada política o plantearán una más razonable con la crítica situación en la que se encuentra el sector de hidrocarburos?
Si la respuesta es afirmativa, las consecuencias son funestas.Si la respuesta va acorde al adagio popular “la necesidad tiene cara de hereje” y las autoridades nacionales reconocen la gravedad de la situación y están dispuestos a ser pragmáticos y dejar de lado sus posiciones político ideológico, que tanto daño hicieron.
En Bolivia se agudizó la tendencia negativa de la disminución de la producción de gas y petróleo, producto de la política aplicada desde 2006 de priorizar la explotación de los campos descubiertos y dejar de invertir en la exploración.
Ante esa situación, el nuevo gobierno de Bolivia se enfrenta a la disyuntiva de continuar con la equivocada política o de modificarla. Si desea reactivar el sector, debe enfrentar por lo menos tres desafíos: Buscar financiamiento, modificar de la Constitución y las leyes, que se convirtieron en camisa de fuerza, evitando el desarrollo del sector. Modificar del sistema impositivo, que está catalogado como uno de los peores a nivel mundial.

“2021 no es un año muy alentador”

Hugo de la Fuente, exsuperintendente de Hidrocarburos

“Urge una política agresiva para 2021”

Este año 2020 se vislumbró con menos luces y más sombras. Las personas en general depositaron muchas esperanzas en que el sector se caracterizaría por la transparencia y, nos dieran a conocer el estado de situación, en particular del sector de hidrocarburos, como política de gobierno, y diera pautas para pergeñar políticas públicas a ser diseñas e implementadas por el gobierno, después de las elecciones.
Es prematuro pronunciarse sobre las perspectivas para 2021, ya que muy poca información y planes se anunció respecto a la activación del sector de hidrocarburos por parte del nuevo gobierno.
Sin embargo, es evidente que urge establecer una política agresiva de atracción de inversiones del mercado internacional y, eso pasa por una nueva ley de hidrocarburos que, por una parte, baje el govermentt take que corresponde al estado (aproximadamente en 85% a favor del estado), y suscriba contratos que doten de seguridad jurídica a los inversionistas extranjeros y principalmente la garantía de nuevos mercados, ojala ya incursionando al negocio mundial del gas natural licuado, que implica poner la bandera boliviana en las costas del océano pacífico o del océano atlántico, a la mayor brevedad posible .

Francesco Zaratti, Analista energético

“Veo poco optimismo para 2021”

El año 2020 ha acentuado la declinación del ciclo del gas en Bolivia por factores externos (pandemia, crisis de demanda mundial y regional) e internos (sequía de éxitos exploratorios, agotamiento de reservas, subsidios insostenibles, demagogia petrolera).
El año 2021 lo veo sin mucho optimismo, debido al panorama mundial, regional y nacional. La demagogia nacionalizadora parece prevalecer, aunque existe conciencia en el nuevo gobierno de que hay que realizar cambios estructurales en el sector.
Sin embargo, la espada de Damocles del populismo y la necesidad de defender las medidas desastrosas, ejecutadas por el partido de gobierno en años anteriores, hacen presagiar nada bueno.
Aunque hubiera uno que otro descubrimiento nuevo, solo serviría para prolongar la agonía de un sector estructuralmente enfermo. La respuesta debe ser clara y valiente: emprender, con todas sus consecuencias, la transición energética que el país necesita con urgencia, mientras haya suficiente gas para respaldarla.

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