El Secretario Ejecutivo de la Asociación de las Empresas de Petróleo, Gas y Energía Renovable de Latinoamérica y el Caribe – ARPEL, Carlos A. Garibaldi, dijo que la oportunidad y rol clave de la región es el de proveer gas para la descarbonización y la seguridad energética.
—Cuáles son los principales desafíos a los que se enfrenta la región con respecto a la transición energética?
La transición energética es una realidad que debemos impulsar para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar el consiguiente aumento de la temperatura global. Esto es un hecho que condiciona absolutamente todas las decisiones en el sector. Cabe recordar que el uso de la energía es responsable de aproximadamente ¾ partes de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Pero, lamentablemente, en un mundo cuya energía primaria es 82% de origen fósil, no son posibles cambios tan rápidos como quisiéramos.
Desde ese punto de vista, la sostenibilidad energética implica diversas dimensiones: la ambiental, la social y la seguridad energética. En pocas palabras, hay que proveer al mundo de energía de forma segura (ininterrumpida), garantizando el acceso (infraestructura) y que sea asequible (que sus poblaciones la puedan pagar), mientras que, simultáneamente, tenga el menor impacto ambiental y en el clima. El “Trilema Energético” que elabora el World Energy Council resume muy bien esas dimensiones; aunque también hay otros indicadores como el Energy Transition Index del World Energy Forum, por ejemplo.
Por otra parte, la producción de hidrocarburos tiene un rol fundamental en las economías latinoamericanas. Las de México, Venezuela, Colombia, Trinidad y Tobago, Ecuador y Bolivia, dependen en gran medida de los hidrocarburos, ya sea por los ingresos fiscales, la atracción de inversiones, las exportaciones o su contribución al PIB. En menor medida, Argentina, Brasil, Perú y otros países también se benefician grandemente de esta industria. Es decir, la transición hacia otras fuentes de energía afecta directamente una rama económica tremendamente importante para el bienestar de las personas en estos países. Eso crea entonces esa tensión entre transición energética, seguridad energética y prosperidad económica.
—¿Cuál es el rol de los países productores de gas en esta transición?
Todos los pronósticos de las principales agencias internacionales del sector avizoran una demanda importante de gas natural para las próximas décadas. En particular, de parte de China, India y el Sudeste Asiático, por su dinamismo demográfico, su crecimiento económico y la necesidad de sustituir el carbón, componente predominante en esas matrices eléctrica e industrial. En Europa, el carbón juega también un rol relevante tras la reciente disrupción en los mercados internacionales por la invasión de Rusia a Ucrania.
Desde ese punto de vista, la oportunidad y rol clave de nuestra región es el de proveer gas para la descarbonización y la seguridad energética, tanto en sus mercados domésticos, como en los regionales e internacionales.
Por otra parte, tanto países como empresas deben realizar los mejores esfuerzos para mitigar sus emisiones y reducir sus huellas de carbono, por lo que a la vez que siguen proveyendo de gas natural, deben impulsar la diversificación económica, y reducir la huella de carbono de la propia cadena de valor del gas natural, tanto en sus operaciones como incluyendo la incorporación de energías renovables.
—¿Cómo podría Latinoamérica incrementar su participación en el mercado internacional del gas?
La clave está en la competitividad de los recursos, en la infraestructura, y en la capacidad de desarrollo de mercados de los países y empresas que operan en la región. Para eso se requiere agilidad en la toma de decisiones, desarrollo de infraestructura, y consenso político que facilite estrategias y políticas de estado que apunten a más allá de los ciclos electorales y que puedan compatibilizarse entre países vecinos.
En este sentido se están dando movimientos interesantes. En principio, estos serían los cuatro países en los que se visualizan mayores posibilidades de exportación en el corto y mediano plazo:
Argentina está trabajando en construir una terminal de exportación de GNL para monetizar los recursos de Vaca Muerta. Son inversiones complejas que rondan los 5.000 millones de dólares, para lo cual se requiere no solamente una buena perspectiva de mercado, sino también acuerdos a nivel país, e inversores. En este aspecto, no hay «grieta» entre gobierno y oposición. La concreción de este proyecto deberían ser muy buenas noticias para Bolivia.
En México también existen varios proyectos en curso para exportar gas de Estados Unidos vía GNL desde la Costa Pacífico. En particular, el de Energía Costa Azul en Baja California, donde ya existe una terminal de regasificación, que ya tiene el FID y se espera que entre en operación en 2024. Otros dos proyectos en el Estado de Sonora, también con salida hacia el Pacífico, esperan recibir el FID en los próximos meses.
Por su parte, en Trinidad y Tobago, el principal exportador de GNL y derivados del gas de la región, pero con su oferta doméstica en declinación, se abren oportunidades para la integración con Venezuela que tiene grandes cantidades de gas no asociado costa afuera.
Perú, otro exportador tradicional, tiene también buenas oportunidades para seguir monetizando sus recursos.
—¿En el caso de Bolivia, qué oportunidades en el mercado regional del gas?
Bolivia está conectada, vía gasoductos, con los dos mercados de gas más grandes de Sudamérica, y también de los más importantes a nivel global. Brasil, con un consumo aproximado de 70 millones de m3/d, una industria pujante, una reforma que recientemente liberalizó al sector, y perspectivas de crecimiento económico tras la pandemia, es un mercado más que interesante.
Argentina es el país con mayor nivel de cobertura de redes de gas natural en América Latina y es, además, con el 52% de la energía primaria total y aproximadamente el 60% de la generación provista por el gas natural, uno de los países con mayor aprovechamiento para este energético en el mundo.
El reciente desarrollo de Vaca Muerta le ha permitido al país aumentar la producción en los últimos años y las obras de infraestructura en curso van a permitir una mayor movilización de gas desde Neuquén hacia Buenos Aires y el norte del país. Si bien estos factores podrían considerarse una competencia para el gas boliviano, lo cierto es que por las características de su demanda (altamente estacional) y el potencial exportador de Argentina, existen muchas oportunidades de complementariedad.
En resumen, tanto Argentina como Brasil aseguran una demanda interesante, que ya le ha generado grandes beneficios a la economía boliviana y que debería seguir generándolos en el futuro. Bolivia está entonces perfectamente posicionada para ser el hub gasífero del Cono Sur. La clave de esa integración regional está en la flexibilidad, de forma de maximizar y rentabilizar el uso de los recursos y las infraestructuras existentes, invirtiendo el sentido los flujos cuando fuere necesario.
—¿Qué aspectos se necesitan replantear en el sector hidrocarburífero y energético y lograr un mejor desempeño?
La evidencia científica nos muestra hoy que el Cambio Climático es una realidad, que sus impactos se están haciendo cada vez más evidentes y que como industria tenemos que tomar acción para contribuir principalmente a su mitigación.
Estamos transitando un momento de transformación del sector energético, en el que se abren muchas oportunidades en nuevos productos y tecnologías.
No en vano, las empresas del sector están reconvirtiéndose naturalmente en empresas de energía, diversificando su canasta de productos, inversiones y su propuesta de valor.
En primer lugar, la fruta al alcance de la mano es reducir las emisiones en las propias operaciones. Esto implica principalmente buscar la eficiencia productiva apalancando el uso de la digitalización, la eficiencia energética, y aplicar las mejores prácticas operacionales para reducir las fugas y los venteos de hidrocarburos, entre otras acciones.
Por otra parte, se deben incorporar energías renovables siempre que sea técnicamente viable en las distintas etapas de la cadena de valor.
En lo que refiere al uso de los combustibles fósiles, es claro también que el mundo va camino a la descarbonización y que estos se verán cada vez más penalizados en los mercados a través de diferentes mecanismos.
Los mercados de hidrocarburos serán entonces cada vez más competitivos, por lo que también las empresas deben trabajar en la competitividad de sus productos, y los países, en la competitividad de sus recursos y marcos regulatorios para poder atraer las inversiones necesarias.
La transición energética también requiere de marcos legislativos y regulatorios que atiendan a esta nueva realidad.
Por otra parte, también es evidente la necesidad de seguir elevando el nivel de vida de los latinoamericanos y caribeños, por lo que la industria, allí donde opere, debe siempre adoptar las mejores prácticas operativas, de gestión sostenible y de relacionamiento con las comunidades.
Desde ARPEL promovemos la cooperación entre las empresas del sector precisamente en estas temáticas, así que me gustaría cerrar invitándoles a que formen parte de nuestra comunidad, www.arpel.og.uy.