Semana de alta intensidad, mucha violencia y muy poco seso político. Cabe también la posibilidad que los asesores de uno y otro lado del conflicto del MAS sean: a) psicópatas, b) incompetentes o c) meros infiltrados.
Aparentemente asistimos a un pulso por el poder en el Movimiento Al Socialismo (MAS), que en teoría, abriría las puertas a la candidatura “popular” en las elecciones de 2025. Y nada más, aunque sí.
Tanto Evo Morales como Luis Arce están convencidos de que ganar ese pulso es lo mismo que extender la alfombra roja hacia la Casa Grande del Pueblo, porque el axioma indiscutible es que el MAS ganará las elecciones pase lo que pase.
Cualquiera podría poner peros a esa afirmación absoluta antes incluso de que se desatara esta guerra fratricida que tiene sonando al país, donde uno le dice pedófilo al otro y el otro corrupto al uno, afirmaciones que bien podrían ser axioma, aunque haga falta juicio ordinario para aseverarlo. Ahora además necesita que los “defensores de corruptos traidores” se impongan a los “defensores de pedófilos cobardes”, o viceversa, y después, que los derrotados voten a sus verdugos y que todos juntos, los que queden, se entienden, sumen la mayoría. La mayoría. Por mayoría se entiende más que todos los candidatos de la oposición juntos, aunque esa es otra historia.
Desde hace varios días tanto Arce como Morales parecen apelar a un “sujeto superior” en sus argumentaciones, como quien busca el beneplácito. Es la lucha de los relatos llevado al extremo.
A Luis Arce hace tiempo que no le sale nada bien, y menos cualquier acción comandada por Iván Lima o Eduardo del Castillo destinada a neutralizar a Evo. No le salió la sentencia 1010, ni el referéndum, ni el Congreso paralelo, ni siquiera el primer intento de aprehensión organizado con nocturnidad desde Tarija. Por supuesto tampoco le salió bien lo que fuera que se organizó el pasado el domingo en la carretera a Sinahota.
Morales, 14 años presidente, máster en victimismo, no dudó en declararse víctima de un intento de asesinato, noticia que en un domingo cualquiera de principios de invierno en el hemisferio occidental corrió como la pólvora. Las muestras de solidaridad del círculo rojo (Grupo de Puebla, Podemos, Cámpora y demás) obligaron a Arce a encargar una investigación.
Cuando el ministro de Gobierno explicó que se “saltó un control rutinario” ya era demasiado tarde, porque además aquel escándalo había ahogado el enésimo intento por internacionalizar las denuncias de estupro, que por sentido de la oportunidad o por encargo intentaba volver a poner en circulación Alejandro Entrambasaguas, el mismo periodista de mesa camilla del exministro de Gobierno de Áñez, Arturo Murillo.
El bloqueo sin embargo siguió y los ecos del intento de asesinato también habían topado con aquello, así que Arce optó por hacer una declaración formal de advertencia antes de mandar a policías y militares a intervenir en el cuartel general de Morales, pues en esa sintonía concatenar un intento de asesinato con una secuencia de cargas policiales (que no militares) hubiera supuesto un duro golpe para la credibilidad del Gobierno.
“Afortunadamente” para el Gobierno, los movilizados cometieron el error de tomar las instalaciones militares del Trópico, lo que le daba cuartada para elevar el tono de la respuesta… pero fueron lentos: Evo Morales fue el primero en darse cuenta del exceso y cambió el paso, con traca final: Huelga de hambre pidiendo diálogo y sugerencia para abandonar los bloqueos: nadie (en la comunidad internacional cuya amistad disputan Arce y Evo) entendería que se aprehenda a un huelguista que pide diálogo, ni siquiera por casos de abusos sexuales utilizados convenientemente al calor del interés político luego de dormir cuatro años en la Fiscalía.
¿Quién mueve ficha?
Para acabar de rizar el rizo, los chapareños movilizados no han aceptado la sugerencia de Morales y sostienen los bloqueos en medio de una lucha por el reparto y un bombardeo de fakes de difícil verificación en una región hostil a la prensa.
Cuando la marcha “para salvar Bolivia” de septiembre se acercaba a plaza Murillo “alguien” medió, rodó la cabeza de Lima pero no la estrategia de Arce para inhabilitar a Evo que repiten varios opositores y que básicamente insiste en que la Constitución no permite su postulación, cuando en realidad, no hace referencia y solo limita a una vez la reelección consecutiva desde el gobierno. No se solucionó nada y se pusieron sobre la mesa las denuncias de índole sexual, que evidentemente debieron ser investigadas en 2020.
Con Evo refugiado en su cuartel general en plena huelga de hambre resulta inviable organizar otro “control rutinario” que desemboque en su aprehensión. Mientras, esta semana hay que elegir presidentes de las Cámaras. Será una piedra de toque relevante en este pulso aunque la pregunta en el aire sigue siendo la misma que al inicio: ¿seguro que esto da votos?