Transición energética, ¿una opción real para Bolivia?

A dos meses de la publicación del libro “Geopolítica de la transición energética”, el debate sobre el futuro energético de Bolivia sigue más vigente que nunca. En un contexto de crisis climática y agotamiento de los recursos naturales, esta obra ha impulsado una discusión fundamental sobre la viabilidad de la transición hacia energías renovables en el país. Basado en datos y experiencias internacionales, el libro analiza los principales desafíos y estrategias necesarias para llevar a cabo un cambio estructural en el modelo energético, abriendo el camino para un debate informado y orientado a la acción.

La transición energética, entendida como la búsqueda de cambio de la matriz energética desde fósiles a renovables, es uno de los procesos más ambiciosos y necesarios del Siglo 21. Su objetivo más visible es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y así combatir el cambio climático. El punto central de este proceso es el avance tecnológico.

Expertos y expertas en el tema afirman que las gigantescas cantidades de energía que se necesitan diariamente para mantener el modus vivendi de la humanidad, pueden ser provistas por una cantidad creciente de fuentes renovables y sostenibles, lo cual hace posible unir dos variables previamente irreconciliables: crecimiento y sostenibilidad.

Desde un punto de vista técnico, la transición energética es una respuesta directa al cambio climático y sus impactos devastadores en el planeta. Su objetivo principal es reducir la dependencia global de los combustibles fósiles, responsables de gran parte de las emisiones de carbono, que son los principales responsables del aumento de la temperatura en el planeta. Para lograrlo, líderes de diferentes países alrededor del mundo están apostando por energías renovables como la solar, la eólica y la hidroeléctrica, acompañadas por el desarrollo de tecnologías que permitan una mayor eficiencia energética. La transición también incluye cambios estructurales en los sistemas de transporte, la creación de redes eléctricas inteligentes y la promoción de la economía circular. Aunque los beneficios ambientales de este cambio son claros, es necesario resaltar que es un proceso costoso y complejo que requiere inversiones muy grandes y acompañamiento de los estados con políticas claras.

Desde la perspectiva de los países en desarrollo, este proceso plantea una interrogante central: ¿es la transición energética una verdadera oportunidad o simplemente otro proceso guiado por los países industrializados, cargado de retos y desigualdades?, es esta ¿una opción real para Bolivia?.

En este contexto, los países en desarrollo enfrentan un dilema: sumarse a esta transición o quedarse rezagados en un mundo que avanza hacia nuevas formas de producción y consumo energético. Aquí se puede mencionar a Maristela Svampa y el artículo que publicó en la revista Nueva Sociedad a fines del año pasado, introduciendo su concepto de “consenso de la descarbonización”, actualizando su concepto de “consenso de los commodities” popularizado hace ya una década. Bajo este nuevo concepto, Svampa enfatiza que este proceso de descarbonización de las economías está liderado por los países industrializados y el mayor riesgo para el Sur Global es sumarse a esta revolución del capital del Siglo 21, nuevamente bajo condiciones adversas.

Específicamente, si bien la descarbonización tiene un objetivo noble, también está acompañada de una nueva extracción masiva de recursos minerales críticos, como litio, cobalto, magnesio, manganeso, germanio, silicona, etc., indispensables para las tecnologías verdes, esto implica una doble presión para los países en desarrollo. Por un lado, adoptar medidas de sostenibilidad impuestas externamente, y por otro, lidiar con los impactos sociales y ambientales de una nueva ola extractivista. En este escenario, la transición energética se convierte en una espada de doble filo: mientras ofrece beneficios potenciales como ingresos y desarrollo tecnológico, también plantea riesgos significativos de dependencia y despojo.

Bajo la coordinación de Daniel Agramont, esta publicación nos ayuda con el análisis de las implicancias de la transición energética para Bolivia, un país que posee enormes reservas de litio, un recurso clave para esta nueva era. Identifica los riesgos de mantener el modelo extractivista y las barreras estructurales, como la falta de infraestructura y financiamiento, que obstaculizan la transición hacia energías renovables como la solar, eólica e hidroeléctrica. Más allá del diagnóstico, es necesario proponer estrategias concretas para una transición energética efectiva e inclusiva, desatancado la necesidad de incentivar la inversión en energías limpias, modernizar la infraestructura eléctrica y fortalecer políticas de eficiencia energética. Además, de desarrollar tecnologías locales y capacitar profesionales en el sector.

La FES, contribuye nuevamente al debate público con este tema de relevancia. Aunque tiene muchos desafíos, también presenta oportunidades únicas para redefinir el papel del país en la economía global. Sin embargo, para que Bolivia pueda aprovechar estas oportunidades, es fundamental que se desarrollen políticas públicas integrales y sostenibles que consideren tanto los beneficios como los riesgos de este proceso. La transición energética no debe ser vista como un destino impuesto, sino como una oportunidad para construir un futuro más justo y sostenible para todos los y las bolivianas.

Laura Zerain es asistente de proyectos en la Friedrich Ebert Stiftung.

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