«La plata ya no alcanza para comprar aceite», dice una ama de casa en la fila de un mercado de Santa Cruz, consultada por un medio de Tv, mientras observa con resignación la botella de 2 litros que ahora cuesta 28 bolivianos, es decir, el doble de lo que pagaba semanas atrás. El salto de precios fue abrupto. “Antes estaba a 13 bolivianos, ahora ha subido un montón de golpe”, reclama.
Esta percepción se ve respaldada por los datos oficiales: según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la inflación acumulada en Bolivia alcanzó el 5,95% entre enero y abril de 2025, acercándose al 80% de la proyección gubernamental del 7,5% para todo el año. En abril, la inflación mensual fue del 0,9%, la más baja en siete meses, pero los alimentos y bebidas no alcohólicas registraron un aumento interanual del 23,87%, el más alto entre todas las divisiones de gasto.
Ante la escalada, muchas amas de casa han comenzado a buscar alternativas. Una de ellas es la manteca criolla, una grasa animal tradicional que en los últimos días ha recuperado protagonismo en las cocinas populares. “También ha subido de precio, pero abastece más”, explica una comerciante a red Uno. El kilo se vende a 24 bolivianos y, según las compradoras, “alcanza más que el aceite” y, además, “les da mejor sabor a las comidas”.
No es solo una cuestión de precio. Algunas aseguran que el aceite hace daño y que prefieren volver a lo natural. “Las sales, el ahogado, todo es más rico con manteca”, dice otra señora mientras carga su bolsa con medio kilo del producto. La tendencia no es menor: algunos puestos ya han dejado de vender aceite porque la demanda ha caído bruscamente.
El mercado responde a los hábitos
La manteca, que hasta hace poco tenía un espacio marginal en los mercados, ha cobrado fuerza por necesidad. La lógica es simple: si el aceite no rinde y sube cada semana, las familias ajustan. No se trata solo de un cambio alimenticio, sino de una respuesta inmediata al encarecimiento del costo de vida.
Este fenómeno refleja el impacto de la inflación en los productos esenciales. El aceite, que forma parte de la canasta básica, ha estado sujeto a especulación, escasez puntual y sobrecostos en transporte, lo que deriva en alzas abruptas que golpean el bolsillo más frágil: el de quienes cocinan para cinco o más con lo que haya.
Un síntoma de un problema mayor
El caso del aceite es una muestra visible de cómo los hogares están reconfigurando sus consumos frente a la inestabilidad de precios. Y aunque la manteca criolla parece una solución temporal, no deja de ser una señal de que los mercados están cambiando desde abajo.
En el fondo, lo que preocupa a comerciantes y amas de casa no es solo qué usar para freír. Es la sensación de que todo sube, nada baja, y que cada día hay que inventar nuevas formas de rendir el gasto, de sustituir lo que antes era básico por lo que hoy es posible.