Devaluación, inflación y crisis global sacuden la economía

La economía boliviana atraviesa una de sus etapas más delicadas de los últimos años. A la escasez de dólares, la falta de carburantes y los crecientes niveles de inflación, ahora se suma la amenaza de una agudización de la crisis por factores externos, los conflictos en Medio Oriente, el encarecimiento del petróleo, lo que pone en tela de juicio la fragilidad del modelo de subvención estatal.

Mientras la cotización del dólar en el mercado informal sigue al alza y las reservas internacionales se mantienen en niveles críticos, el peso boliviano se devalúa progresivamente frente al incremento sostenido de precios y la falta de liquidez. La estabilidad económica, que por años fue una bandera del modelo boliviano, hoy se ve fuertemente tensionada.

El presidente del Colegio de Economistas de Tarija, Fernando Romero, enfatizó que el conflicto de Medio Oriente ya está generando consecuencias, el precio del barril de petróleo ha superado los 75 dólares y esto afecta directamente a la economía boliviana porque incrementa el costo de los carburantes importados.

Romero indicó que el Presupuesto General del Estado (PGE) 2024 fue elaborado considerando un precio de 76 dólares por barril, lo que deja poco margen ante cualquier fluctuación. Si el precio internacional continúa subiendo, el Estado deberá destinar aún más recursos para sostener la subvención a los combustibles, lo que pone en riesgo el equilibrio fiscal.

“El mismo presidente reconoció que el país está cerca del default y depende de la aprobación de créditos externos por 1.800 millones de dólares para importar carburantes, y otros 800 millones para pagar la deuda pública”, agregó.

Una crisis que se expande

El efecto dominó es preocupante. La falta de divisas y el encarecimiento de las importaciones están afectando la provisión de alimentos y productos básicos. Romero señaló que se está entrando a una inflación cada vez más corrosiva. Recordó que el mes pasado fue de 9,81%, pero para junio puede alcanzar entre 12% y 13% acumulado, sobre todo si persisten los bloqueos y la crisis energética.

Ormuz El conflicto entre Israel e Irán amenaza el estrecho de Ormuz, por donde transita el 70% del comercio mundial de petróleo
Romero también alertó sobre el deterioro del poder adquisitivo. Refirió que en los últimos 12 meses, el poder adquisitivo de la moneda boliviana ha caído un 80% e incluso desafió a que se pueda consultar a la población que compra en los mercados cuánto producto compra ahora con su dinero.

Además, el economista advirtió que el país se enfrenta al riesgo de una crisis alimentaria. La falta de carburantes encarece el transporte, la producción agrícola y el suministro de alimentos. “Eso va a empujar a muchas familias hacia la pobreza. Si no se toman medidas urgentes, podríamos cerrar el 2025 con un nivel de pobreza del 50%”, advirtió.

Subvención insostenible

En 2023, el Estado boliviano destinó más de 3.300 millones de dólares a la importación de diésel y gasolina, y otros 2.500 millones a su subvención. Con el conflicto geopolítico agravándose, se teme que el precio del petróleo escale entre 80 y 90 dólares por barril.

Romero manifestó que en caso de continuar el conflicto externo en Medio Oriente, la subvención estatal colapsaría. Agregó, que el escenario de largas filas en estaciones de servicio vividas hasta ahora, no serán nada a comparación de lo que viene.

Bolivia importa el 100% del diésel que consume y una gran parte de la gasolina. Esta dependencia energética deja al país extremadamente vulnerable ante las tensiones internacionales.

El reciente conflicto entre Israel e Irán y la amenaza de cierre del estrecho de Ormuz, por donde transita el 70% del comercio mundial de petróleo, podría tener consecuencias devastadoras.

Romero explicó que Irán es uno de los cinco principales productores de petróleo en el mundo y una escalada militar generaría una crisis global. Los países más afectados serían los subdesarrollados y dependientes, como Bolivia.

Los créditos del Gobierno

Más allá de los factores externos, la situación pone en entredicho el modelo económico boliviano. “Es preocupante que el Estado dependa de créditos para sostener sus gastos básicos. Se está tapando un agujero fiscal con deuda, lo cual es insostenible a largo plazo. Esto refleja una situación frágil que no se quiere reconocer”, remarcó Romero.

A todo esto se suma la incertidumbre política, la falta de acuerdos legislativos para aprobar créditos, y una creciente desconfianza en los mercados internacionales.

La amenaza externa que presiona al país
La reciente advertencia del presidente Luis Arce sobre una posible “tercera guerra mundial”, por el conflicto entre Irán e Israel, refleja la creciente preocupación del Gobierno boliviano sobre el impacto de las tensiones geopolíticas en la economía nacional. Lejos de tratarse de un problema externo, la crisis en Medio Oriente podría traer serias consecuencias internas, principalmente por su efecto sobre el precio del petróleo, un factor clave en la sostenibilidad del modelo energético boliviano.

El barril de petróleo actualmente se cotiza en aproximadamente 73 dólares en el mercado internacional. Sin embargo, en Bolivia se comercializa internamente a 26 dólares, lo que implica un subsidio estatal de 47 dólares por barril. Según el analista económico Gonzalo Chávez, esto significó en 2024 un gasto de al menos 3.000 millones de dólares solo en la importación de diésel y gasolina. Con el aumento de la cotización internacional, la presión sobre las finanzas públicas se agudiza.

Chávez advierte que si esta tendencia continúa, se incrementará el déficit fiscal, la presión sobre el tipo de cambio, y el uso de las reservas internacionales. Además, crecerá el riesgo de inflación y se reducirá el margen para invertir en sectores como salud, educación e infraestructura.

Esta coyuntura deja en evidencia que el modelo de subvención está “contra las cuerdas” y que Bolivia, como país dependiente de la importación de combustibles, está expuesta a los vaivenes del contexto internacional. El conflicto en Medio Oriente ya no es solo una preocupación geopolítica, representa un riesgo directo para la estabilidad económica del país.

SourceEl País

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