Durante semanas, los ojos del sector energético boliviano estuvieron puestos en el sur del país, en una planicie polvorienta de la provincia Arce, donde una torre metálica se alzaba entre el monte chaqueño. Allí, a 8 kilómetros de la ciudad fronteriza de Bermejo, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) realizaba pruebas decisivas en el pozo Bermejo X46D, un proyecto que nació con la esperanza de hallar un megacampo capaz de revitalizar la alicaída producción gasífera.
La expectativa era alta. No solo por la inversión —518 millones de bolivianos, equivalentes a unos 75 millones de dólares—, sino porque Bolivia atraviesa una de sus etapas más críticas en materia de reservas. Cada metro cúbico descubierto se mira con esperanza y con cálculo político. Sin embargo, el resultado fue más modesto que los anuncios iniciales. El Bermejo X46D no es un megacampo, sino un pozo positivo de producción comercial que aportará gas condensado, principalmente para cubrir la demanda interna.
Los expertos coinciden en que el descubrimiento es tecnológicamente meritorio, pero no modifica el cuadro de fondo: la declinación estructural de las reservas nacionales, que hoy se sitúan por debajo de los 7 trillones de pies cúbicos, frente a los 10,45 TCF que el país registraba en 2013.
La esperanza no se apaga
El hallazgo tiene valor técnico, aunque no transformador. Según los resultados preliminares de YPFB, el pozo presenta buenas presiones, cercanas a los 7.900 psi (libras por pulgada cuadrada), con gas natural encontrado en los reservorios Huamampampa H3, Icla 1 e Icla 2. Las pruebas, aún en curso, incluyen tareas de limpieza, mediciones de flujo, toma de muestras y análisis de restitución.
En el terreno, EL DEBER constató que la torre continúa operando mientras los técnicos de la estatal ajustan válvulas y miden presiones. El ambiente mezcla el ruido de los compresores con el olor característico del gas húmedo. Allí, un ingeniero sonríe al comentar que “el pozo respira bien”, una metáfora que en el mundo petrolero equivale a decir que el pozo tiene vida productiva.
El presidente de YPFB, Armin Dorgathen, confirmó que se trata de un pozo positivo, aunque todavía lejos de las dimensiones de un megacampo.“Eran cuatro los objetivos: Huamampampa, Icla 1, Icla 2 y Santa Rosa. En los tres primeros tuvimos buenos resultados, pero no seguimos hasta Santa Rosa porque queremos preservar lo encontrado. Es un pozo positivo, con caudales más altos de lo esperado”, dijo Dorgathen.
El cálculo inicial de YPFB proyectaba una producción de 10 millones de pies cúbicos diarios, pero con las presiones obtenidas se estima que podría llegar a 20 millones de pies cúbicos. Es un volumen apreciable para el consumo local, aunque insuficiente para alterar el panorama nacional, que en los últimos años sufrió una caída constante en la producción y las exportaciones de gas.
El hallazgo
El geólogo tarijeño Gustavo Navarro, que trabajó en la estatal petrolera, es categórico: el Bermejo X46D no se puede comparar con yacimientos gigantes como San Alberto, Sábalo o Margarita, que dominaron la producción boliviana durante dos décadas.
“Un megacampo tiene una estructura de más de 50 kilómetros de longitud y unos seis de ancho. Son trampas geológicas inmensas, con cierres estructurales en los extremos que retienen los hidrocarburos. Bermejo X46D es un pozo más, un hallazgo comercial, pero de escala menor”, explicó.
La comparación tiene peso histórico. San Alberto y Sábalo, ambos en el sur del país, llegaron a producir más de 20 millones de metros cúbicos diarios durante el auge del gas boliviano. Bermejo X46D, en cambio, aportará una fracción de esa cifra. Sin embargo, en un contexto de declinación productiva y urgencia fiscal, todo descubrimiento cuenta.
Lo técnico y lo político
El pozo fue perforado con un taladro alquilado a china Sinopec, que alcanzó una profundidad de 4.964 metros. El plan inicial era continuar hasta la formación Santa Rosa, donde se esperaba hallar más volúmenes de gas. No obstante, los técnicos recomendaron detener la perforación para evitar “perder lo ya encontrado”.
Mientras las pruebas de producción siguen su curso, YPFB evalúa perforar pozos adicionales para alcanzar Santa Rosa y ampliar el potencial del bloque. En paralelo, la estatal planifica tender ductos que conecten el pozo con la planta de tratamiento de Pluspetrol, instalada en 1990, con una capacidad de 30 millones de pies cúbicos diarios.
El director de Exploración y Explotación de YPFB, Fernando Arteaga, explicó que el objetivo inmediato es garantizar gas a Bermejo y a otras localidades de la provincia Arce. Si todo avanza según el plan, la producción del pozo comenzará en julio de 2026, una vez terminadas las conexiones y los sistemas de transporte a la planta de tratamiento.
Arteaga destacó, además, el esfuerzo técnico detrás del proyecto: “Durante toda la operación enfrentamos desafíos propios de la complejidad estructural del Subandino Sur, pero fueron superados por un equipo de técnicos 100% bolivianos, formados en la empresa. Es un logro nacional”.
El fin de una era
El presidente Luis Arce, acompañado por el ministro de Hidrocarburos y Energías, Alejandro Gallardo, realizó una inspección técnica al pozo el 30 de octubre. La visita, en plena recta final de su gestión, tuvo un alto contenido simbólico: mostrar que la administración saliente deja un proyecto productivo en marcha.
El mandatario recorrió las instalaciones junto a los técnicos, escuchó los reportes de presión y posó para las cámaras junto con la torre iluminada por el sol de Tarija. La escena fue también un cierre político: un intento de asociar su gestión con un hallazgo tangible, aunque modesto.
“Llegamos por las urnas y por las urnas nos vamos”, había dicho días antes el ministro Gallardo tras referirse al traspaso de mando del 8 de noviembre, en coincidencia con el Bicentenario de Bolivia. En esa frase, la renuncia colectiva de los ministros y la entrega técnica de los proyectos energéticos adquieren un mismo significado: el cierre de un ciclo de 20 años.



















