A pesar de que el Órgano Electoral destacó el volumen histórico de candidatos inscritos para las Elecciones Subnacionales de 2026 como una expresión del fortalecimiento de la democracia, algunos expertos sostienen que la profusión de opciones responde más a una dispersión acelerada del sistema político boliviano, con efectos potencialmente negativos en la representación, la gobernabilidad y la calidad del proceso electoral venidero.
Concluido el proceso de inscripción de candidaturas, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) reportó 34.618 inscritos a nivel nacional, adscritos a 184 organizaciones políticas. De ellas, 37 personas aspiran a ser gobernadores, 2.961 a alcaldes y decenas de miles a asambleístas y concejales en los nueve departamentos del país.
Destacando estas cifras como “históricas” y confirmando haber logrado un nuevo récord histórico, el presidente del TSE, Gustavo Ávila, interpretó la alta participación de fuerzas políticas como un reflejo del interés y la vitalidad democrática de Bolivia. Sin embargo, los ojos críticos de otros analistas ven este fenómeno no con tanto optimismo.
El analista político, Carlos Böhrt, advirtió como “preocupante” la dispersión del actual sistema multipartidario. Recordó que, aunque en una época anterior al dominio del Movimiento al Socialismo (MAS) se presentaban hasta cinco opciones diferentes, ahora esta división es más profunda, pues incluso coaliciones oficialistas como Libre y Unidad ya mostraron fragmentaciones a pocas semanas del nuevo gobierno de Rodrigo Paz.
“Hemos dejado atrás el sistema monopartidista –casi hegemónico en algunos episodios– y pasado a un sistema multipartidario disperso, en peores condiciones a las que predominaban antes del periodo del MAS (…) La coalición de Gobierno tiene tres componentes donde, al mes y medio de gobierno, cada uno ya está buscando sus derroteros propios”, señaló Böhrt en Radio Panamericana.
Por su lado, el analista político, Wilmer Machaca, sostuvo que el alto número de candidaturas no necesariamente es señal de una democracia más robusta, sino que refleja una anunciada fragmentación acelerada del sistema político, advirtiendo que, “a más candidaturas, más microalianzas y menos proyecto común”.
Según Machaca, esta ausencia de fuerzas políticas cohesionadoras puede llegar a dificultar la canalización efectiva de demandas ciudadanas, advirtiendo que la política nacional estaría lejos de renovarse, toda vez que “la lógica de la prebenda y el tráfico de siglas volvió a imponerse sobre el proyecto”.
Citando como ejemplo el panorama de la ciudad de El Alto, el analista advirtió un patrón alarmante: “La mayoría proviene de circuitos tradicionales –dirigencia sindical, exautoridades, actuales concejales, excandidatos recurrentes o herederos de capital político familiar–. Casi un 35 % se vincula a dirigencias sindicales; un 30 %, a actuales y exfuncionarios; y cerca de un 16 % construyó su imagen principalmente desde redes sociales. En contraste, las candidaturas con trayectoria académica, técnica o profesional son minoritarias”.
De igual manera, se advierte una estadística abrumadora en términos de paridad: mientras que en La Paz existe apenas una mujer inscrita para correr por el puesto edil –el caso de Roxana Pérez Del Castillo–, la totalidad del abanico de postulantes para la alcaldía de El Alto son hombres: Gabriel Mamani (PDC), Tahuichi Tachuichi Quispe (Jallalla), José Luis Paredes (Primero El Alto), Óscar Chirinos (MPS), Eliezer Roca (UPC), Jhoasir Calamani (UN), Óscar Huanca (Venceremos), Einar Vizcarra (Suma), David Vargas (MTS) y Freddy Mamani (Innovación Humana).
Según el analista, cuando prolifera la mercantilización de candidaturas y el tráfico de siglas sin ideología ni compromiso con la gestión pública, solo se alimenta el descreimiento en la democracia y ésta va quedando vacía de contenido. “El Alto necesita discutir su futuro desde un proyecto trabajado, sostenido y pensado en el tiempo. Esa pérdida, lejos de ser solo local, es un espejo bastante fiel de la crisis política que hoy atraviesa Bolivia”, apuntó.