Con dejadez y sin tareas de prevención efectivas, Bolivia entró a una espiral de brotes cíclicos de dengue que ponen al país en crisis al menos desde 2019. Sólo en las primeras cinco semanas de 2023 se reportaron 3.437 casos en el país, mientras que en 2019 se registraron 1.643 casos en el mismo período.
La situación empeora si se pone el foco en el departamento de Santa Cruz, que hasta el 6 de febrero de este año reportó 2.554 casos, ocho veces más que los casos notificados en 2019, cuando se llegó a 259, según datos del Sistema Nacional de Información en Salud – Vigilancia Epidemiológica (Snis-Ve), del Ministerio de Salud.
“Como país no somos una región endémica, pero sí como región tropical, es decir que el dengue siempre está presente. Pero cada tres o cuatro años, ocurren brotes epidémicos de magnitud. El último gran brote que tuvimos y que fue encubierto por el Covid-19 fue en 2020. Ese año hubo más casos que en 2009, cuando tuvimos la mayor epidemia de dengue”, indicó el epidemiólogo Virgilio Prieto.
¿Qué muestran las cifras?
Desde 2019, según datos del Snis-Ve, las cifras anuales del dengue en el país van en aumento, con Santa Cruz como el departamento más afectado. Ese año hubo 16.368 casos notificados, 3.826 estaban en esa región.
En 2020 se observó un pico muy llamativo. La cifra fue de 111.344 casos, seis veces mayor que el año anterior, aspecto que se detalla más adelante.
En 2021, tras el pico de 2020, hubo un descenso notorio de casos. En total fueron 10.739 registros y se pensó que la enfermedad estaba siendo controlada. Pese a la baja, Santa Cruz, Beni, Pando y La Paz pasaron de los 2.000 casos. En esa gestión Pando fue la región más afectada.
En 2022 hubo un nuevo ascenso brusco y las 19.451 notificaciones casi duplicaron a los enfermos de la gestión anterior. No hay mejoras para 2023.
Hasta el 6 de febrero de este año, de los 3.437 casos registrados en todo el país, 2.554 estaban en el departamento oriental. Una cifra que en días se disparó.
“Ahora (jueves 9 de febrero) ya tenemos 3.173 casos positivos. Estamos con un promedio de 87 pacientes al día, es alarmante. Hay una cifra de 15 óbitos, de los que cuatro esperan resultados. Hace una semana advertí todo esto, pero me dijeron que yo era alarmista”, señaló el secretario departamental de Salud de Santa Cruz, Edil Toledo.
Pero en medio de este gran brote, Pando logró mantener una baja incidencia de casos positivos. Desde el Sedes de esa región se explicó que el departamento empezó el bloqueo epidemiológico desde los primeros días de enero, lo que evitó un ascenso de casos como en Santa Cruz y Beni.
Pero se está consciente de que los casos pueden subir de un día a otro y que se debe reforzar los trabajos de prevención, porque hay problemas por la gran cantidad de criaderos de mosquitos.
¿Qué estamos haciendo mal?
El brote que puso al oriente del país en una nueva crisis sanitaria reveló una falta de estrategias para la prevención temprana y eficaz, lo que empieza a cobrar factura. Aunque la situación de alerta empezó a finales de 2022, no fue hasta el jueves pasado, cuando las muertes y casos positivos volvieron a escalar, que el Gobierno central tuvo que coordinar una gran minga, que se llevó a cabo ayer en Santa Cruz, una labor que debió partir desde los gobiernos locales. Pero la dejadez no sólo corresponde a las autoridades.
“Es que como población, en general, hemos asumido una falsa seguridad. Ya no se controlan los criaderos de mosquitos, saneamiento básico para evitar y contener los brotes. El reto primordial está en lograr que la comunidad asuma su corresponsabilidad en el control del mosquito vector”, manifestó Prieto.
Para entender por qué, este punto es clave, se debe conocer que el mosquito vector aprovecha cualquier recipiente con agua limpia para poner sus huevos. Por cada criadero hay miles de mosquitos, que —si la hembra que puso los huevos ya estaba infectada— ya nacen con el virus.
Aunque se podría pensar que esto ocurre en recipientes grandes, lo cierto es que pueden formarse criaderos en cáscaras de huevo y hasta en tapas de refrescos.
“Por eso es importante el recojo de todo tipo de residuo que pueda convertirse en recipiente. Pero no se le da importancia y así los ministerios, Sedes y alcaldías pongan miles de camas para atender a los pacientes, no vamos a detener el brote si en las casas no controlamos los criaderos”, sostuvo Prieto.
Debido al cambio climático, el crecimiento acelerado de la mancha urbana y a la adaptación del mosquito vector, estas labores cada vez toman más importancia, para evitar brotes en nuevas regiones. Es algo que el municipio de Cercado, en Cochabamba, ya advirtió.
“Ya podemos encontrar el mosquito por arriba de los 2.800 metros sobre el nivel del mar, cuando lo normal era que habite hasta los 2.200 metros. Por eso estamos con labores en varias zonas”, indicó el secretario municipal de Salud de Cochabamba, Aníbal Cruz.
El ministro de Salud, Jeyson Auza, señaló que es necesario un mayor compromiso. “Si bien no se realizaron las actividades necesarias en el momento, todavía estamos a tiempo para mitigar el impacto negativo”, declaró.
“El reto primordial está en lograr que la comunidad asuma su corresponsabilidad en el control de los criaderos del mosquito transmisor del dengue”.
Con seis muertes, los casos en niños causan alarma
En 2020, en medio de la crisis del covid, se registró un brote con 111.344 casos
Los registros de Snis-Ve muestran que en 2020, desde los diferentes centros médicos y hospitales que forman parte del sistema de salud, se reportaron 111.344 casos sospechosos de dengue. Se desconoce cuántos fueron confirmados por laboratorios y si la cifra es grande en realidad.
“La cantidad corresponde a las notificaciones recibidas, no a las verificaciones. Fue el último brote de magnitud, pero que fue encubierto por la pandemia, muchos pudieron ser covid”, señaló Prieto
En 2020, antes de que la OMS categorice al Covid-19 como pandemia (11 de marzo) y Bolivia declare la cuarentena total y la emergencia sanitaria, desde diferentes organismos se advirtió que el país ingresaba a la peor epidemia de dengue, al igual que toda la región.
Las alertas saltaron cuando al culminar la primera semana de febrero de 2020, el país ya sumaba 19 muertes confirmadas y 26.468 casos sospechosos. Una cifra muy por encima de los 16.368 reportados en toda la gestión 2019.
En ese punto, sólo en Santa Cruz había 19.488 casos reportados. De ese total, 2.700 ya estaban confirmados.
La situación sólo se agravó cuando poco antes de la cuarentena los casos pasaron los 50.000. Aunque se preveía una reducción, las cifras siguieron en ascenso.
Muchas pudieron ser las razones de las cifras elevadas, como el colapso de los hospitales por el covid y la gran ola de contagios o que muchos casos leves de covid hayan pasado como dengue.
La situación era similar a la de 2009, cuando en el primer trimestre hubo más de 60.000 casos. Entonces, el dengue se concentraba en Santa Cruz, Pando y Beni; luego se extendió hacia Chuquisaca, Tarija, La Paz y Cochabamba.
Ante cualquier síntoma acuda a un centro médico para
evitar complicaciones
“El dengue puede matar entre 48 a 72 horas”, con esta advertencia, autoridades y especialistas recomiendan a la población acudir a consulta médica tras los primeros síntomas. No se automedique, ya que algunos fármacos pueden complicar el cuadro.
Como sabemos, la infección se da por la picadura del mosquito Aedes Aegypti. A partir de ese momento el virus invade los tejidos linfáticos y se reproduce.
“Las células invadidas explotan y el virus sale al organismo en la sangre, lo que llamamos el período de viremia. Hay fiebre, dolor de cabeza, de la musculatura, las articulaciones y detrás de los ojos; por eso también le llaman fiebre quebrantahuesos”, declaró Prieto.
Explicó que puede haber un salpullido o exantema, aunque no en todos los casos.
En este momento el paciente es infectante. Como el virus está en la sangre, el mosquito hembra que lo pica se infecta y luego pone huevos que para el nacimiento ya están con el virus.
“Este período febril puede durar de dos a siete días, pero por lo común está entre dos a cuatro días. Puede que la fiebre baje y el paciente se recupere tranquilo. Pero también pueden empezar los síntomas de alerta”, advirtió.
Los vasos sanguíneos, capilares, de todo el organismo empiezan a perder el plasma de la sangre, dentro del mismo cuerpo. Eso hace que empiece el dolor al interior del abdomen, haya náuseas y vómitos. La presión baja porque hay una disminución del volumen de la sangre.
“En 48 horas el paciente puede descompensarse y morir”, advirtió Prieto. Sólo en el 5% a 10% de los casos hay hemorragia. Lamentablemente, muchas personas no buscan ayuda hasta ver este síntoma y ya es tarde.