El modelo boliviano de masificación está llegando a su fin. El exministro de Hidrocarburos de Bolivia y hoy socio director de Gas Energy Latin America Álvaro Ríos analiza un esquema que marginó a la inversión privada y que obligará al país altiplánico a encender su gasoducto con Argentina, pero en sentido contrario desde 2028.
-¿Cómo se masificó el gas natural en Bolivia?
-Tenemos modelos totalmente diferentes. En Bolivia, la industria del gas está desarrollada desde hace 40 años: 7 de las 9 capitales de departamento están conectadas por gasoducto y en cada una se desarrolló cierto tipo de industrias con empleo en la zona. Eso se hizo con plata del Estado, y en una fase posterior, en los ultimos 15 años, se avanzaron redes también en un modelo totalmente estatal.
-¿Y cuál fue el problema?
-Que se construyó casi gratuitamente 1 millón de instalaciones domiciliarias, a través de la empresa estatal, para 4 de los 10 millones de bolivianos que somos. Un buen grado de masificación, pues la empresa estatal que hacía el trabajo estaba llena de plata por las exportaciones de gas a Brasil y Argentina. Lastimosamente, no hemos explorado lo suficiente para reponer reservas y en 2 o 3 años, hacia 2028 o 2029, estaremos importando gas de Argentina.
-¿Cómo Bolivia llegó a este punto de no retorno?
-Eso pasa cuando se exporta masivamente gas. En Bolivia, usamos casi 15 millones m³/día y no se explora; los yacimientos se han ido agotando. Tenemos unos tributos demasiado elevados y una YPFB quebrada con muy bajos recursos, que no tiene plata para explorar al haber también subsidiado productos como gas, gasolina y diésel. Básicamente, es insolvente.
-¿Por qué no al Perú?
-No le compramos al Perú porque Argentina tiene gas mucho más cerca y hay infraestructura desarrollada. Este 2024 es el último año que se le venderá, y ese ducto, lo único que hay que hacer, es fluirlo en sentido contrario. Esta dinámica es lo que quisiera resaltar: no se trata de regalar la plata cuando se tiene, sino que hay que darles sostenibilidad económica a los proyectos. Cuando tengamos que importar, los precios se elevarán y el Estado dejará de hacer redes porque ya no tendrá recursos.
-¿Y nuestro modelo?
-Creo que el modelo peruano es mucho más interesante. Las redes se pueden administrar con un privado, pero el Estado también hace un aporte y ahí el FISE es una buena opción. La tarifa única también es un buen mecanismo, y se debe sumar. Porque hay una deuda con el sur, al no haberle dado gas como se merece hasta hoy.
-Pero eso toma tiempo. ¿Cómo masificar mientras?
-Una forma es con gasoductos virtuales (cisternas), que no pueden estar 20 o 30 años. No se puede masificar por camioncitos, pero mientras se gesta, es importante. Y hacer concesiones de magnitud que abarquen varios departamentos.
-¿Y luego cómo se avanzan las redes con un privado?
-Con mecanismos de costo hundido: el Estado, bajo supervisión de Osinergmin, entrega recursos al privado para que desarrolle redes, por ejemplo, en Puno y Cusco. El otro es un subsidio de ‘tarifa estampilla’ única que puede desarrollarse con Lima, que se ha beneficiado muchísimo, y también gestarse una tarifa única entre industrias de la capital y el sur. Son mecanismos que tienen que darse.
-Y luego el gasoducto.
-Un gasoducto al sur es imprescindible, anclarlo con la demanda industrial (por ejemplo, petroquímica) y eléctricas, porque sin demanda no hay exploración. Se necesita voluntad antes que se vaya este Gobierno de iniciar un proceso de masificación virtual. Proinversión maneja ya la ingeniería de detalle para para anclar un gasoducto al sur [SIT-Gas]. Tienen todas las herramientas para masificar a pequeña y mediana escala con GNL y dejar las bases para que llegue el gas al sur.
-Pero aquí también exportamos. ¿Y si pasa lo de Bolivia?
-Perú tiene todavía muchas reservas en el área de Camisea, un horizonte de 20 o 30 años. Sin embargo, la industria del gas tarda mucho en desarrollarse y es importante que Perupetro geste nuevas áreas para que no pase lo que en Bolivia.