Energía y disuasión: ¿puede Europa resistir una guerra de suministros en 2025?

En el tablero geopolítico mundial, Europa se encuentra ante su momento de la verdad. Tres años después de que el continente temblara ante la perspectiva de quedarse a oscuras y congelarse, la pregunta sigue flotando como una sombra sobre las capitales europeas: ¿tiene Europa los recursos necesarias para sobrevivir a una guerra energética total en 2025? La respuesta oscila en un delicado equilibrio entre victorias estratégicas y vulnerabilidades persistentes.

La ruptura con el gigante ruso
El trauma energético europeo comenzó en 2022 cuando Rusia, que entonces suministraba el 45% del gas que calentaba hogares y alimentaba industrias desde Lisboa hasta Tallin, utilizó su posición dominante como arma de presión. La respuesta europea ha sido nada menos que revolucionaria.

En apenas tres años, el mapa energético continental ha experimentado una metamorfosis radical. Los datos de Eurostat revelan una caída vertiginosa: el gas ruso, antes omnipresente, ahora representa menos del 15% de las importaciones europeas. Esta ruptura con Moscú, impensable hace una década, marca un antes y un después en la historia energética del continente.

Alemania, el gigante industrial europeo y antiguo defensor de los lazos con Gazprom, representa esta transformación. En tiempo récord, el país ha levantado terminales flotantes de GNL en sus costas bálticas, reorientando completamente su estrategia energética. Según la Agencia Federal de Redes alemana, la capacidad para importar gas licuado se ha cuadruplicado desde 2022.

El nuevo mapa energético: diversificar o morir
Europa ha entendido que la dependencia exclusiva equivale a vulnerabilidad existencial. La respuesta ha sido una ofensiva diplomática sin precedentes para diversificar sus fuentes de energía.

La diplomacia de las moléculas
El continente ha tejido una red de alianzas energéticas que abarca tres continentes. El gas fluye ahora desde las plataformas del Golfo de México, las reservas submarinas de Qatar y los campos noruegos del Mar del Norte. El gasoducto TAP transporta diariamente 10.000 millones de metros cúbicos de gas desde Azerbaiyán, atravesando Turquía, Grecia, Albania e Italia en un testimonio físico de la nueva estrategia continental.

El informe «State of the Energy Union 2024« de la Comisión Europea revela una transformación radical: Europa ha forjado una red de alianzas energéticas que blindan al continente contra chantajes geopolíticos. Esta estrategia no solo proporciona alternativas inmediatas si un proveedor cierra sus válvulas, sino que otorga a Europa un poder negociador sin precedentes.

La revolución verde acelera
El sol mediterráneo y los vientos atlánticos se han convertido en los nuevos aliados estratégicos de Europa. Según IRENA, las energías renovables ya generan el 40% de la electricidad europea, con un crecimiento imparable que alcanzó el 7% anual en 2024.

España ha desplegado «mares de silicio» en sus mesetas soleadas, mientras que gigantescas turbinas emergen de las aguas del Mar del Norte como centinelas energéticos. Dinamarca ha logrado lo que parecía ciencia ficción hace una década: generar el 57% de su electricidad simplemente capturando el viento, según revela WindEurope.

Esta revolución verde no solo reduce la dependencia de combustibles importados sino que crea una fuente energética imposible de bloquear o amenazar mediante sanciones. Ningún actor hostil puede sancionar el sol o el viento.

Bunkers energéticos subterráneos
Europa ha convertido sus antiguas cavernas de sal y yacimientos agotados en gigantescas bóvedas energéticas. El Reglamento 2022/1032 impone a los Estados miembros alcanzar niveles de almacenamiento del 90% antes de cada invierno, creando un colchón estratégico contra interrupciones.

Las reservas ya alcanzan el 60% en mayo de 2025, un nivel históricamente alto para esta época del año. Este búnker energético subterráneo permitiría resistir varios meses incluso en el escenario más catastrófico.

Las grietas en el escudo europeo
Pese a los avances, el blindaje energético europeo presenta fisuras que podrían ser explotadas por determinados adversarios.

Infraestructuras en la línea de fuego
Las arterias energéticas europeas se extienden a lo largo de miles de kilómetros, creando un problema de seguridad monumental. Las explosiones en los gasoductos Nord Stream en 2022 demostraron que la infraestructura submarina es vulnerable a ataques físicos, mientras que los ciberataques documentados por la Agencia de la UE para la Ciberseguridad contra operadores en Polonia, Finlandia y Bulgaria evidencian un nuevo frente en la guerra energética.

El Centro Europeo de Excelencia para Contrarrestar las Amenazas Híbridas ha identificado más de 200 puntos críticos en el sistema energético europeo cuya protección simultánea resulta prácticamente imposible. Un adversario con recursos y determinación podría provocar interrupciones significativas con ataques coordinados.

Un continente fragmentado
El mapa europeo sigue dividido por cuellos de botella que limitan la solidaridad energética. La Península Ibérica, con su enorme potencial renovable y terminales de GNL, permanece parcialmente aislada del resto del continente. El proyecto MidCat, que conectaría España y Francia, sigue paralizado por disputas políticas y económicas.

Esta fragmentación crea las denominadas «islas energéticas», regiones que no pueden recibir ayuda efectiva en caso de crisis. Un embargo selectivo contra determinados países podría explotar estas divisiones, poniendo a prueba la solidaridad política de la Unión.

De una dependencia a otra
Mientras Europa celebra su emancipación energética de Rusia, una nueva dependencia emerge en el horizonte. Más del 80% de los paneles solares instalados en 2024 provinieron de fábricas chinas. Componentes críticos para turbinas eólicas y baterías presentan un patrón similar.

El estudio Critical Raw Materials for Strategic Technologies del Centro Común de Investigación europeo advierte que esta dependencia podría convertirse en el talón de Aquiles de la transición energética si las tensiones geopolíticas se intensifican. Europa ha cambiado gas ruso por tecnología china, una apuesta arriesgada en un mundo de bloques enfrentados.

La prueba de fuego: escenarios para el invierno 2025-2026
¿Qué ocurriría si Europa enfrentara una interrupción energética masiva? La respuesta depende de múltiples variables, desde la meteorología hasta la geopolítica.

La Agencia Internacional de Energía ha simulado el escenario apocalíptico: un corte total del gas ruso. Su informe «Gas Market Report Q1 2025» concluye que Europa podría sobrevivir bajo condiciones específicas: un invierno moderado, una reducción voluntaria del consumo del 15% y el funcionamiento óptimo de infraestructuras alternativas.

Sin embargo, el análisis de Wood Mackenzie publicado en febrero de 2025 dibuja un escenario más sombrío. Si actores hostiles coordinaran la interrupción simultánea de suministros rusos y argelinos, combinada con bloqueos a los buques de GNL, Europa Oriental enfrentaría un colapso energético con consecuencias devastadoras para su industria y potenciales restricciones para consumidores domésticos.

El precio de la independencia
La seguridad energética europea tiene un coste tangible. El índice IPEX muestra que los precios energéticos se mantienen un 40% por encima de los niveles pre-crisis, aunque lejos de los picos estratosféricos de 2022. Esta presión golpea especialmente a industrias intensivas en energía como la siderurgia, la química y el vidrio, según análisis de McKinsey & Company.

La factura de la independencia energética asciende a 300.000 millones de euros adicionales hasta 2030. El Banco Europeo de Inversiones ha movilizado unos 40.000 millones anuales, pero el déficit financiero sigue abierto como una herida en las finanzas europeas.

La pregunta que Europa debe responder es fundamental: ¿cuánto está dispuesta a pagar por su soberanía energética?

La ruleta rusa energética: tres escenarios posibles
Los análisis de riesgo de Allianz y Munich Re proyectan tres futuros posibles para el próximo invierno:

El escenario optimista contempla almacenes repletos al 95%, un crecimiento sostenido de renovables del 8% anual y ausencia de sabotajes significativos. Bajo estas condiciones, incluso un invierno severo sería manejable sin restricciones.

El escenario intermedio, considerado más probable por otros expertos, prevé tensiones moderadas que obligarían a recortes temporales para la industria durante picos de demanda. Los hogares europeos podrían mantener la calefacción, pero la industria pagaría el precio.

El escenario catastrófico combina el peor de los mundos: sabotajes coordinados contra infraestructuras críticas, un invierno glacial y bloqueos a las rutas marítimas. Las simulaciones del Centro Europeo para Estudios de Política Energética sugieren que este «cisne negro» energético pondría a prueba no solo la infraestructura europea sino los propios cimientos políticos de la Unión.

El veredicto: un blindaje incompleto
Europa ha recorrido un camino extraordinario desde el pánico energético de 2022. Ha diversificado proveedores, revolucionado su matriz energética y construido defensas contra la coerción. Pero el blindaje sigue incompleto.

Los datos revelan una realidad dual: Europa es ahora demasiado resiliente para ser víctima fácil de chantajes energéticos, pero insuficientemente robusta para neutralizar completamente este vector de ataque.

Una advertencia queda clara: en el nuevo mundo de la geopolítica energética, la energía es un componente crítico de la seguridad nacional. Y en este frente, Europa ha pasado de suspender a aprobar, pero aún no ha alcanzado la excelencia.

La pregunta ya no es si Europa puede resistir una guerra de suministros hoy, sino si está construyendo las defensas necesarias para los conflictos energéticos del mañana. El continente que inventó la diplomacia moderna se juega su futuro en esta carrera contra el tiempo y la geopolítica.

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