En los últimos años, hemos oído hablar de un incremento en el autoconsumo colectivo de energía renovable. Desde el 2019, el número de instalaciones de autoconsumo en España ha ido creciendo de forma muy significativa y hoy ya son cientos de miles de familias las que generan su propia electricidad.
La modalidad de autoconsumo colectivo es aquella en la que diferentes viviendas, locales u otros puntos de suministro eléctrico se benefician de uno o más puntos de generación de electricidad renovable. El porcentaje de energía generada que corresponde a cada participante se denomina coeficiente de reparto.
En un contexto de necesaria transición energética, y en un momento en que más del 60% de la población de España vive en bloques de edificios, este modelo en crecimiento se posiciona como ventajoso por distintas razones. En primer lugar, por su eficiencia: este enfoque limita la dependencia de las fuentes de energía fósiles y, al generar energía de proximidad, reduce las pérdidas en el transporte de la electricidad.
En segundo lugar, porque empodera a las personas consumidoras, pues las sitúa en el centro, permitiéndoles generar y gestionar su propia energía. Además, este modelo, al ser colectivo, crea comunidad, ya que la energía generada localmente se comparte entre todos los miembros de la comunidad y esto hace que se generen dinámicas de organización colectiva para la transformación, no solo energética, sino también social.
Por último, conviene resaltar que el autoconsumo ha supuesto un importante impulso a las renovables en España, creando un gran número de puestos de trabajo cualificados y abriendo las puertas a nuevos modelos de negocio y empleo distribuido.
No hay que olvidar que el objetivo final, el que persiguen las cooperativas de energía verde como Som Energia, es una reducción del consumo. Por ello, el autoconsumo debe ir de la mano del ahorro energético y de la flexibilidad de la demanda, es decir, desplazar el consumo a las horas de mayor producción de energía renovable.
Un modelo no exento de limitaciones
Como se ha apuntado, el autoconsumo es un modelo en construcción y en crecimiento. No obstante, los autoconsumos individuales avanzan a una velocidad mucho mayor que los autoconsumos colectivos, un campo en el que queda todavía camino por recorrer. Es necesario, pues, que todos los agentes se impliquen para aplicar las herramientas y procedimientos necesarios, así como la regulación correspondiente.
Este modelo lo regula el Real Decreto 244/2019 de autoconsumo, que actualmente está en revisión. La normativa es ambiciosa y abre puertas a muchas oportunidades como la propuesta de los coeficientes dinámicos de reparto o la participación simultánea en distintos autoconsumos, pero para que sea efectiva, deberá requerir más agilidad en la aplicación de los procedimientos y tramitaciones.
Las limitaciones actuales para el autoconsumo colectivo (2 km solo para fotovoltaica en tejado y 500 m para el resto), así como la falta de regulación y despliegue generalizado del gestor de autoconsumo, suponen una barrera, especialmente en el entorno rural, para poder aprovechar el máximo potencial del autoconsumo. La eliminación de dichas limitaciones o ampliar estos límites existente, facilitaría la integración de otras fuentes de generación renovable y el despliegue del autoconsumo colectivo.
En estos años de auge del autoconsumo, también se ha puesto de manifiesto la necesidad de un refuerzo técnico de la red de distribución para poder dar respuesta a las demandas de este nuevo modelo de generación. Actualmente, la red no está preparada para soportar grandes cantidades de energía solar excedentaria, hecho que genera problemas de sobretensiones, calidad del suministro y la necesidad de inversiones importantes en la red de distribución.
Por otro lado, los precios de mercado a menudo son muy volátiles y, por ejemplo en el caso de la energía fotovoltaica, pueden llegar a ser negativos en horas de producción solar (si hay poca demanda) y más altos en los picos de precio, que suelen coincidir con las horas de consumo de la tarde, momentos en que no hay tanta producción renovable y sin embargo hay alta demanda de energía.