Bolivia encara su balotaje presidencial en un clima donde la política compite con la angustia cotidiana. Desde La Paz, CNN reportó largas filas en estaciones de servicio, donde choferes esperan entre tres y ocho horas para cargar gasolina, y en algunos casos, hasta días para conseguir diésel.
“Ya estamos medio acostumbrados”, dijo un transportista entrevistado por el canal, que relató cómo tuvo que reducir su trabajo y priorizar el traslado de escolares ante la falta de combustible.
En el mismo reporte, un funcionario municipal señaló que más del 90% de la maquinaria pesada de su ciudad está paralizada. “Parece un boicot al mismo gobierno”, afirmó.
Mientras tanto, Clarín de Argentina llevó su cobertura hasta Caranaví, una población del norte paceño donde los “autos chutos” —vehículos ingresados ilegalmente desde Chile y sin documentación— dominan las calles.
Según la Cámara Automotor de Bolivia, cada año ingresan unas 120.000 unidades irregulares, muchas robadas o provenientes de la zona franca de Iquique. En el reportaje, el medio detalla cómo uno de los candidatos presidenciales agitó la campaña al prometer una nueva regularización de estos autos, lo que disparó su precio y generó tensión diplomática con Chile.
En la plaza principal de Caranavi, incluso taxis y ambulancias circulan sin placa ni seguro, reflejo de una economía golpeada y del debilitamiento del control estatal. Desde otras latitudes, los medios también muestran que este no es un problema aislado de filas y autos.
Reuters describió cómo la crisis de combustibles ya afecta a los agricultores del oriente boliviano: en Santa Cruz, los productores de soja advierten que la escasez de diésel y gasolina amenaza la cosecha y, por tanto, la producción alimentaria del país.
Asimismo, Reuters reportó que Bolivia empezó a importar diésel desde Rusia para paliar la crisis energética, pues la producción local cubre solo el 15% de la demanda de diésel y 30% de gasolina. El subtexto es claro: la crisis del combustible es parte de una emergencia económica más amplia.
Por su parte, Al Jazeera analizó el trasfondo político: tras casi dos décadas de gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), el país vive un viraje histórico. La agencia señaló que la elección del 19 de octubre representa “un punto de inflexión”, tanto por la caída del MAS como por la emergencia de dos candidatos —Jorge “Tuto” Quiroga y Rodrigo Paz— que plantean, cada uno a su modo, una ruptura con el modelo precedente.
Otro reporte de Reuters anticipó que el contexto económico será decisivo: la carrera electoral se desarrolla en una Bolivia con inflación al alza, reservas de divisas menguantes, escasez de dólares y una alarmante fragilidad fiscal. Incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI) intervino: según Reuters, la institución mantuvo conversaciones con los candidatos sobre la estrategia económica que asumirán, en un país con poco margen para errores.
En resumen: más allá de qué binomio gane el balotaje, lo que llama la atención en los focos globales es cómo Bolivia se enfrenta a varios frentes urgentes —combustible escaso, vehículos sin control, economía debilitada, incertidumbre política— al mismo tiempo. Como advirtió CNN, el planteamiento no es simplemente “quién gobernará”, sino “¿quién podrá garantizar que mañana haya gasolina para trabajar?”. Y que ese mañana no se convierta en otro día de filas.