Bolivia debe cambiar su matriz energética

El cambio de la matriz energética es una transformación estructural a largo plazo de cómo se produce y consume la energía, que implica reemplazar los combustibles fósiles (como petróleo, gas natural y carbón) por fuentes más limpias y renovables (como solar, eólica, hidroeléctrica, geotérmica) para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar el cambio climático.

Se estima que, en la actualidad, aproximadamente el 70% de la electricidad en Bolivia se genera en fuentes térmicas, mediante el uso de gas natural. En este escenario, de reducción de las reservas de este carburante, esta dependencia se podría convertir en una “bomba de tiempo”, pues obligaría al gobierno de turno no solo a aumentar el precio de la electricidad, sino también a racionar su consumo.

Es por eso que en la actualidad se considera necesario que Bolivia ingrese, en el menor tiempo posible, a un proceso de diversificación de matriz energética que le permita garantizar la provisión de toda la energía que la población necesita, tanto para el consumo familiar como para la producción nacional.

Como lo señala el comentarista Francesco Zaratti, al referirse a la “Cumbre energética” organizada hace algunos meses por la Sociedad de Ingenieros de Bolivia (SIB), en la ciudad de Santa Cruz: no pasará desapercibido el riesgo de una subida impactante (180%) de las tarifas eléctricas cuando el país (y Santa Cruz en particular) tenga que importar gas natural para las termoeléctricas.

En esta cumbre energética, Santiago Schroeder, especialista en energías renovables y director de proyectos de la empresa uruguaya Vivestar, ponderó la disposición de Bolivia para avanzar en la descarbonización y que, más allá del aspecto ambiental, tiene un componente económico que impulsa el cambio.

“Tiene que haber un factor económico y de rentabilidad para que esto funcione. En Uruguay hicimos una transición que fue realmente rentable y conveniente”, remarcó Schroeder, cuando recordó que su país pasó de importar energía cara a una generación exitosa basada en renovables.

Los números respaldan esta afirmación. El costo nivelado de producción solar puede alcanzar entre $us 30 y 50 por megavatio hora. La eólica se ubica entre $us 50 y 60. En ambos casos las cifras están muy por debajo del ciclo combinado a gas natural.

Debemos recordar que la producción de gas natural está en constante declive, por lo que Bolivia podría necesitar importar gas a partir de 2028, si es que antes no se descubren nuevos campos gasíferos. Esta dependencia energética también afecta a la economía, pues el consumo interno de gas ha superado las exportaciones, reduciendo ingresos por regalías y divisas.

Este es el principal motivo por el que el nuevo gobierno debe tener como una de sus prioridades –luego de los problemas económicos– la definición de una política energética que contemple el cambio de matriz, orientado hacia una transición equilibrada y sostenible, aprovechando el potencial que tiene el país para generar energía hídrica, solar y eólica, sin descartar el uso de tecnologías para la generación de energía nuclear.

En una anterior nota mía, publicada en enero de este año, afirmaba que los empresarios estamos convencidos de que se debe buscar el desarrollo nacional y cuidar a la Madre Tierra en consenso entre Gobierno, empresarios y actores sociales. La transición energética implica, de manera impostergable, abandonar los combustibles como el petróleo, el gas natural y el carbón, y sustituirlos por fuentes de energía renovables.

La pasada gestión, el Ministerio de Hidrocarburos y Energía expresaba que la suma de generación eléctrica de los proyectos alcanzaría los 6.376 megavatios (MW). La meta para este año del Bicentenario de Bolivia es alcanzar los 2.000 MW, de los cuales al menos el 70% estará cubierto por fuentes de energía limpia y amigable con el medioambiente.

Bolivia cuenta con un gran potencial en energías renovables debido a su rica dotación de recursos naturales. La región del altiplano es ideal para la energía solar; los vientos en el oriente y en sur son aptos para el desarrollo eólico; y las diversas cuencas hidrográficas representan oportunidades para expandir la infraestructura hidroeléctrica.

Los empresarios estamos convencidos de que el cambio hacia una matriz de energías renovables será posible con la participación activa del sector privado. La sinergia público–privada puede garantizar y acelerar el cambio de la matriz energética, mitigando el cambio climático, mejorando la calidad de vida de la población boliviana y fomentando el desarrollo económico al impulsar la innovación energética.

Rolando Kempff es licenciado en economía de la UMSA, doctorado Ph.D. en relaciones internacionales de la Universidad del Salvador de Argentina, académico de número de la ABCE y presidente de la Federación de Empresarios Privados de La Paz.

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