Del altiplano a Santa Cruz: camélidos como motor de integración nacional

El imponente recinto ferial de Fexpocruz, en Santa Cruz, vibró con una escena inédita durante su edición 2025. Entre el bullicio característico de la ganadería bovina y la maquinaria agrícola, un grupo de animales de porte esbelto y mirada serena acaparó las miradas. Eran los camélidos del ecotipo Qara, protagonistas del primer juzgamiento de su especie en la historia de la feria.

Este evento, que podría parecer una mera curiosidad zootécnica, en realidad marcan un antes y un después para la ganadería no tradicional en Bolivia, tejiendo un puente tangible entre el oriente agroindustrial y el occidente altiplánico.

La imagen de estos animales, emblemáticos de las frígidas planicies del altiplano, pisando las cálidas tierras cruceñas, trascendió lo simbólico para convertirse en una poderosa metáfora de integración nacional.

Mostró, de manera elocuente, que el futuro de los camélidos puede erigirse como una fuente de desarrollo sostenible capaz de conectar las diversas y, a veces, distantes regiones de Bolivia. No se trató solo de exhibir la riqueza genética y el potencial productivo de estos animales, sino de sentar las bases para un diálogo productivo que el país necesita con urgencia.

Bolivia custodia un patrimonio vivo en sus tierras altas como son los camélidos domésticos, es decir llamas, alpacas, así como sus parientes silvestres, vicuñas y guanacos, que representan un tesoro genético moldeado por milenios de adaptación a la hostilidad y belleza de la puna.

El ecotipo Qara de la llama fue la gran estrella del juzgamiento cruceño, ya que encarna esta oportunidad desaprovechada. Distinguible de la raza t’hampulli por su contextura más ligera y una lana notablemente más fina y larga. En ese contexto Qara posee características fenotípicas que abren una ventana estratégica para diferenciar la producción nacional en los competitivos mercados internacionales.

Pero el potencial de esta raza, y de los camélidos en general, se extiende mucho más allá de la fibra. Bajo el sol inclemente del altiplano, se forja una carne que parece diseñada para las demandas del consumidor moderno, es decir un producto con un alto valor proteico, un perfil lipídico bajo y una calidad nutritiva que lo posiciona de manera ideal en los nichos gourmet y saludables.

Mercados europeos, cada vez más ávidos de proteínas alternativas y sostenibles, ya han puesto su mirada en la importación de carne de camélido, siendo que países altiplánicos como Chile ya exportan a Bélgica, Países Bajos y Suiza.

Sin embargo, este prometedor camino hacia la exportación se topa con obstáculos formidables. La falta de infraestructura de sacrificio y procesamiento que cumpla con los estándares internacionales.

En medio de este panorama de contrastes entre potencial y realidad, la Expocruz 2025 introdujo un elemento disruptivo como la aplicación de tecnología genética avanzada como palanca de cambio. La idea es simple en su concepción, pero revolucionaria en sus implicaciones al aplicar a los camélidos el mismo rigor científico y tecnológico que ha transformado la ganadería bovina.

La genética asistida deja de ser una abstracción de laboratorio para convertirse en una herramienta concreta de progreso. Permite identificar con precisión a los ejemplares superiores, aquellos que encarnan el ideal productivo.

La relevancia económica del sector pecuario camélido no es una mera hipótesis; está respaldada por datos concretos. La evolución del sector entre 2009 y 2020 revela una correlación directa y estadísticamente significativa entre la población de camélidos, los volúmenes de producción de fibra y carne, y el Producto Interno Bruto pecuario de los departamentos del occidente.

Sin embargo, las cifras actuales pintan un retrato de subutilización. Resulta preocupante que, en pleno siglo XXI, menos del 8% del total de llamas y alpacas del país sean esquiladas anualmente. Esta cifra, más que un porcentaje, es un síntoma de las fallas estructurales que aquejan al sector como la dispersión de los productores, la carencia de infraestructura de acopio y la persistencia de técnicas rudimentarias.

En este punto cabe mencionar que Bolivia lideró el Año Internacional de los Camélidos en 2024, logrando importantes avances en la valoración de estos animales esenciales para la seguridad alimentaria, la cultura y la economía de las comunidades altoandinas.

Bajo su copresidencia global, se desarrollaron ferias, foros, festivales gastronómicos, y se impulsó el programa Pro-Camélidos, beneficiando a familias productoras al tiempo que resaltó el rol estratégico de los camélidos en el desarrollo rural y la resiliencia climática. Sin embargo, a pesar de estos logros, Bolivia no significo el inicio en una nueva mirada para el sector.

En ese contexto, la feria de Santa Cruz funcionó como la vitrina perfecta. Fue el escenario donde la genética de élite de los camélidos domésticos se exhibió ante Bolivia y el mundo, demostrando de lo que son capaces estos animales cuando la ciencia y la tradición convergen.

La integración del modelo agroindustrial del oriente, con su know-how en comercialización, logística y gestión de mercados, con las tradiciones ganaderas del occidente, cargadas de un conocimiento profundo del animal y su entorno, es la fórmula ganadora.

Esta alianza debe materializarse en políticas públicas inteligentes que fomenten la asociatividad entre productores, inviertan en la infraestructura crítica que hoy brilla por su ausencia y faciliten el acceso a mercados que estén dispuestos a pagar por la calidad y exclusividad de los productos bolivianos.

El altiplano y Santa Cruz han descubierto un camino común. Un camino que permite transformar un patrimonio natural y cultural, venerable y antiguo, en un recurso económico estratégico para el futuro.

Este camino puede generar bienestar tangible para las familias campesinas y contribuir a escribir un nuevo capítulo, más próspero y equilibrado, en la historia productiva de Bolivia. No dejemos que esta oportunidad, tejida con la fibra más fina de nuestra identidad, se quede en el recuerdo de una feria. Que se convierta, por el contrario, en el cimiento de una auténtica revolución de desarrollo rural y agroindustrial.

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